viernes, 22 de junio de 2012

No podrás escapar...


Al menos no de ellos…

No, no son los protagonistas de una película de miedo, aunque bien podrían serlo. Voy a dedicar mi primer post a las criaturas que más odio y que nos invaden en esta época del año. Hay quien tiene aracnofobia, otros tienen miedo a las serpientes, o a los tiburones… pero sin duda el animal más insufrible y a quien más deberíamos temer es a los mosquitos.
Estos bichejos aparecen por la noche, quien sabe de dónde, dispuestos a quitarte el sueño, las ganas de vivir y, ya que estamos, la sangre. Pero, aparte de atravesar las sábanas para picarte, los mosquitos son especialistas en despertarte y mantenerte en vela toda la noche. Llevan revoloteando, con ese horrible e inquietante sonido, y se acercan a tu oído, y tú sólo puedes oír al maldito mosquito. Entonces lo espantas y te das la vuelta para seguir durmiendo. Pero no, el mosquito no se rinde tan fácilmente. Ahí está, cazurro a más no poder, y vuelve, y volverá todas las veces que haga falta. Entonces te levantas, más cabreado que un gato en la bañera, y enciendes la luz. Y aquí es donde se produce el fenómeno más extraño en lo referente a estas criaturas. Se esfuman, desaparecen, como si no hubiera pasado nada.
¿Dónde narices se meten? Porque cuando vuelvo a apagar la luz, vienen otra vez a pulular en la oreja. Y sí, cuando vuelves a encender la luz vuelven a desaparecer. El otro día estaba a punto de dormirme por tercera vez cuando volvió el desgraciado. Esa vez me levanté y estuve media hora de reloj con cara de desquiciada buscando al mosquito por toda la habitación. Al final salió de su escondrijo y conseguí matarlo. Estuve tentada de dejar el cadáver en la ventana como advertencia para otros mosquitos, pero era tan pequeño que lo perdí.
Y esa noche pude dormir. Pero, ¿Cuál fue mi sorpresa al día siguiente? Siete picaduras en un solo brazo, SIETE. El cabroncete se tomó su venganza por adelantado. Desde entonces, a las 9 de la noche cierro la ventana y no la vuelvo a abrir por nada del mundo. Me aso de calor y voy medio en bolas, pero me niego a exponer mi vida a esos bichejos asquerosos.
Y lo peor de todo es que los mosquitos, como dijo Allen, mueren entre aplausos.

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