miércoles, 27 de junio de 2012

Católicos 24H


El otro día me pasó algo increíble, al menos para ser el siglo XXI. Por no ser, no soy ni creyente. Pero uno de mis compañeros de piso es católico de la cabeza a los pies, y eso que tiene menos de 25 años. ¿Cómo puedo vivir con él? Ni yo misma lo sé. Aquí no se puede follar, no se pueden soltar insultos (¡Pecado, pecado! A veces me recuerda a mi abuela, que me decía lo mismo de pequeña), el mejor canal del mundo es intereconomia y no se puede discutir sobre temas clave, porque el susodicho cristiano se cabrea como si estuvieras insultando a su madre, te chilla, y se va indignadísimo a su cuarto a cenar esperado a que le pidas perdón.
No digo que sea malo ser cristiano, todo en su justa medida puede ser bueno, y yo los respeto. Pero el problema es cuando se llega al punto extremo de fe ciega en la Iglesia y en lo que dice. En su mundo de yupi:
-          No hay curas pedófilos, son invención de los medios
-          Los homosexuales están equivocados, ya despertarán y se darán cuenta de que es imposible que les gusten las personas del mismo sexo
-          La iglesia dona la mayor parte de sus ingresos a Cáritas (Ironia On) ja, ja, ja (Ironia Off)
-          Las mujeres no pueden ser cura porque los hombres tienen algo especial otorgado por Dios (aunque desconocemos qué es) que los capacita para serlo (WTF?? A esto yo lo llamo machismo)
Y muchas más cosas que, al fin y al cabo, sólo me demuestran que no está bien informado y que le han comido la cabeza, porque es incapaz de pensar por sí mismo. Todo lo que dice es porque lo ha dicho antes la Iglesia, no porque él haya llegado a esa conclusión.

Pero bueno, que me voy por las ramas. Lo que paso esta semana. Volvíamos de una cena de compañeros de piso y amigos varios, allá las 2 de la noche. Yo llevaba el coche, así que hice de taxista y llevé a un par de amigos a sus casas antes de volver a la nuestra. ¿A que no adivináis que nos encontramos por el camino? Una Iglesia 24H.

Yo me pregunto, ¿A quién se le ocurre irse a rezar/confesarse a las dos de la madrugada? Y ahí llego la nueva discusión. Quería que entráramos, a las dos de la madrugada, a una iglesia a rezar. Claro, obviamente no tengo nada mejor que hacer. No es hora de dormir, y tal… En fin… Él dijo que prefería rezar que dormir, y que deberíamos ir, rezar un poco (que nunca viene mal), confesarnos, y así dormiríamos mucho mejor.

Mi cara fue ÉPICA.

Por supuesto, no accedí a ir a la Iglesia a esas horas. Si no me había quedado un rato más de fiesta era por llevarles a casa, no por irme a rezar. Si quiere ir, que vaya, pero que no me haga perder a mí el tiempo en esas cosas.

Si alguien se siente ofendido, quiero aclarar que con esto no pretendo criticar la religión cristiana, sino a sus extremistas, que son tan malos como cualquier extremista de cualquier otra creencia, religión, ideología política… 

viernes, 22 de junio de 2012

No podrás escapar...


Al menos no de ellos…

No, no son los protagonistas de una película de miedo, aunque bien podrían serlo. Voy a dedicar mi primer post a las criaturas que más odio y que nos invaden en esta época del año. Hay quien tiene aracnofobia, otros tienen miedo a las serpientes, o a los tiburones… pero sin duda el animal más insufrible y a quien más deberíamos temer es a los mosquitos.
Estos bichejos aparecen por la noche, quien sabe de dónde, dispuestos a quitarte el sueño, las ganas de vivir y, ya que estamos, la sangre. Pero, aparte de atravesar las sábanas para picarte, los mosquitos son especialistas en despertarte y mantenerte en vela toda la noche. Llevan revoloteando, con ese horrible e inquietante sonido, y se acercan a tu oído, y tú sólo puedes oír al maldito mosquito. Entonces lo espantas y te das la vuelta para seguir durmiendo. Pero no, el mosquito no se rinde tan fácilmente. Ahí está, cazurro a más no poder, y vuelve, y volverá todas las veces que haga falta. Entonces te levantas, más cabreado que un gato en la bañera, y enciendes la luz. Y aquí es donde se produce el fenómeno más extraño en lo referente a estas criaturas. Se esfuman, desaparecen, como si no hubiera pasado nada.
¿Dónde narices se meten? Porque cuando vuelvo a apagar la luz, vienen otra vez a pulular en la oreja. Y sí, cuando vuelves a encender la luz vuelven a desaparecer. El otro día estaba a punto de dormirme por tercera vez cuando volvió el desgraciado. Esa vez me levanté y estuve media hora de reloj con cara de desquiciada buscando al mosquito por toda la habitación. Al final salió de su escondrijo y conseguí matarlo. Estuve tentada de dejar el cadáver en la ventana como advertencia para otros mosquitos, pero era tan pequeño que lo perdí.
Y esa noche pude dormir. Pero, ¿Cuál fue mi sorpresa al día siguiente? Siete picaduras en un solo brazo, SIETE. El cabroncete se tomó su venganza por adelantado. Desde entonces, a las 9 de la noche cierro la ventana y no la vuelvo a abrir por nada del mundo. Me aso de calor y voy medio en bolas, pero me niego a exponer mi vida a esos bichejos asquerosos.
Y lo peor de todo es que los mosquitos, como dijo Allen, mueren entre aplausos.